Una breve reflexión sobre Mark Cavendish
Era l’enfant terrible; la sensación del momento, una bomba de relojería de alta sensibilidad y mucho carácter; el producto perfecto para portadas y titulares.
Conocí en persona a Mark Cavendish en su primera y única Vuelta a España, en 2010. Aquel fue un año en el que le aplastaron las críticas primero por no ganar todo lo que se esperaba de él a principios de temporada, y segundo, porque cuando lo hizo en el Tour de Romandía, en su segundo triunfo aquellos días, hizo el gesto de un corte de manga con dos dedos como celebración. Con 25 años ya había ganado diez etapas del Tour de Francia en dos participaciones, seis en el Giro de Italia, la Milán-Sanremo y los sprints de las carreras allá donde corriese. Pero de él siempre se ha querido más. Era l’enfant terrible; la sensación del momento, una bomba de relojería de alta sensibilidad y mucho carácter; el producto perfecto para portadas y titulares.
Recuerdo mis primeros años en el Tour de Francia cuando hacíamos corrillo los periodistas alrededor de él y temías que alguien hiciese alguna pregunta inoportuna que pudiese hacer saltar por los aires la conversación. Entonces su grabadora iba al suelo de un manotazo y nos quedábamos con la miel en los labios. Se le provocaba y caía, haciendo las delicias sobre todo de los medios más generalistas.
Nunca olvidaré el momento en el que logró su primera victoria de las seis que celebraría en aquel Tour de Francia de 2010. En el podio se le desbordaba la emoción y era incapaz de frenar el llanto. “He sufrido de todo estos últimos meses”, explicaba a la prensa. Y aquello no fue la excepción en la carrera del que ha sido uno de los mejores sprinters del mundo y al que nunca se le ha permitido fallar. Era el bad boy del momento, siempre oculto tras sus gafas, apretando sus mandíbulas, rezumando fuerza e imponiendo a su paso.
Con 14 años, y a pesar de sus cualidades para el ciclismo en pista, decidió que se dedicaría al ciclismo en ruta y que sería ciclista en el equipo Telekom.
Unos años más adelante, en una entrevista que le realicé para la revista norteamericana Cycling Illustrated y que duraría un par de horas, me contó todo sobre sus inicios y me sorprendió lo absolutamente planificado que tenía su camino para convertirse en ciclista profesional. En estos días de cierre de su carrera deportiva me inspira acordarme del relato de aquellos inicios.
Con 14 años, y a pesar de sus cualidades para el ciclismo en pista, decidió que se dedicaría al ciclismo en ruta y que sería ciclista en el equipo Telekom. Cavendish propuso y el destino, o la dedicación y el trabajo, dispuso. Su plan pasaba por llegar a Bélgica en 2004 y para ello debía finalizar sus estudios de francés al año siguiente y comenzar con el alemán. Dejaría el colegio un par de años después, a los 16, para procurar el salto al ciclismo europeo. Por aquel entonces no se conseguía un contrato con un equipo europeo por ser buen junior sino por ser un buen amateur y para ello debía salir de Gran Bretaña, dado que el ciclismo británico se limitaba a la pista y estaba aún lejos de la popularidad que alcanzaría los años siguientes gracias en gran medida a él. Conviene recordar que fue el primer británico en enfundarse la maglia rosa de líder en el Giro de Italia, el primero en ganar el maillot vert de la clasificación por puntos del Tour de Francia y de la Vuelta a España, el segundo en convertirse en Campeón del Mundo, tras Tom Simpson en 1965, y ha sido el mejor esprínter de la historia del Tour de Francia, ahora también el ciclista con más victorias de todos los tiempos.
Su plan hacia el éxito incluía trabajar un par de años y ahorrar todo el dinero posible hasta que cumpliese los 18. “Me puse a trabajar en un banco, en la caja y atendiendo al público. Me gustó mucho. Soy muy perfeccionista y disfrutaba con los balances y haciendo cuentas”, me contaba entonces. Hombre práctico, ordenado y metódico, hasta puntos obsesivos, como él mismo reconoce, en 2005 por fin le llegó la oportunidad de participar en los training camps del equipo T-Mobile, antiguo Telekom. Del dicho al hecho. En su primera temporada en el equipo alemán logró once victorias, igualando el récord que hasta entonces mantenía el italiano Alessandro Petacchi.
Muchas veces me pregunto cómo lo ha logrado. Cómo ha conseguido no navegar a la deriva entre el éxito tan abrumador, las críticas tan feroces, la depresión, las altas expectativas o la falta de confianza de los demás hacia el final de su carrera.
Muchos años y victorias después, por la zona mixta de una lluviosa Gante Wevelgem en el mes de octubre del año de la pandemia, pasó un Mark Cavendish al que ningún periodista solicitó para entrevista salvo el que se percató de que el británico estaba llorando. Llevaba sin ganar desde el año 2018 aquejado por el virus de Epstein-Barr y por una depresión que conoceríamos años después; era desde hacía tiempo un juguete roto con el que nadie contaba. Le rescató Patrick Lefevre para su regreso al equipo Quickstep y en 2021 logró cuatro victorias de etapa en el Tour de Francia.
Muchas veces me pregunto cómo lo ha logrado. Cómo ha conseguido no navegar a la deriva entre el éxito tan abrumador, las críticas tan feroces, la depresión, las altas expectativas o la falta de confianza de los demás hacia el final de su carrera. Como si nunca nada hubiese sido suficiente. Responde a mi pregunta una fe y un afán inquebrantable.
El gran mérito de Mark Cavendish no es ser el ciclista con más victorias del Tour de Francia, sino haberlo logrado 17 años después de su primer triunfo. Su longevidad es una muestra de esa dedicación plena, de una fortaleza capaz de superar todas las adversidades, del inmenso sacrificio que es retar a un cuerpo de 39 años a batir a otros de 25 en un ciclismo de galácticos. Es el mérito de quien muere y resucita muchas veces. El que sabe que no ha terminado cuando le dan por acabado.
No cabe duda de que ese “niño gordito”, como él mismo se refiere, cimentó las bases del trabajo para llegar a donde se propusiese, y el Cavendish de hoy, un ciclista desde hace tiempo de emociones atemperadas, marcó un objetivo y trazó un plan dejándose la vida en ello. Siento que esta victoria número 35 del Tour de Francia ha marcado un récord, pero sobre todo, 165 victorias después, Cavendish ha encontrado por fin la paz.