Oda al mensajero
Columna publicada en el número 31 de la revista Volata.
Reconozco cierto escalofrío cuando escucho el concepto periodismo de marca, como si mezclase en un vaso agua y aceite. El periodismo no promueve marcas, busca las respuesta al ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿cuándo? y ¿dónde? y busca satisfacer las necesidades del público, no de un consumidor. El brand journalism, es un escalón hoy en día fundamental en la estrategia de marca de una empresa no informativa, la creación de contenido propio para crear afinidad con la marca o awareness. Desde mi labor periodística, lo observo con cierta preocupación, no porque robe espacio al verdadero periodismo, sino porque estreche la puerta a los medios de comunicación.
No me preocupa la convivencia del periodismo con la autopromoción, pues son conceptos contrarios, me preocupa su limitación.
Los equipos ciclistas, cuya existencia se debe a patrocinadores que cargan con todo su peso económico, llevan un tiempo practicándolo para mayor retorno publicitario de sus inversores. Documentales, entrevistas con sus corredores y demás contenido exclusivo es ofrecido a través de los canales propios de los equipos. Los cambios en los hábitos de consumo y cómo esa decisión de consumo es cada vez más personal e individual, son un reto para la industria del sector audiovisual, y una oportunidad para el periodismo de marca.
Mientras las escuadras cuentan con sus propios equipos de cámaras y creadores de contenido que se acreditan en las carreras con mayor acceso que el que pueda tener un periodista, ya no les interesa abrir la puerta a la televisión para que haga un reportaje desde dentro del autobús del equipo para mostrar sus intimidades al espectador. En el ciclismo, existe además una plataforma que facilita contenido “insider” a los medios que estén abonados, lo cual puede ser visto como una ventaja, si no fuese porque con su acceso exclusivo a los equipos, en realidad limita el del resto de medios de comunicación. No me preocupa la convivencia del periodismo con la autopromoción, pues son conceptos contrarios, me preocupa su limitación.
Con este contenido de entretenimiento para el consumidor y de promoción propia para la marca, fíjense cuántas preguntas se quedan sin hacer y cuántas historias sin contar.
Los medios también debemos hacer autocrítica. Con la cantidad de contenido que recibimos hoy en día, el periodista cae a menudo en la comodidad de recibir y publicar, sin buscar la noticia ni escribir nuevas historias. Con este contenido de entretenimiento para el consumidor y de promoción propia para la marca, fíjense cuántas preguntas se quedan sin hacer y cuántas historias sin contar. Como consumidora, me gustó que en la tercera temporada de la serie del equipo Movistar El Día Menos Pensado, nos enterásemos de la intrahistoria de lo que ocurrió con Miguel Ángel López en la vigésima etapa de la Vuelta a España. Como periodista me lamenté que fuese así, porque los periodistas nunca obtuvimos respuestas a nuestras preguntas en relación a este tema. Tiene una lógica comercial que las exclusivas se guarden en un cajón con llave para utilizarlas cuando mejor convenga y en los canales propios para generar el máximo retorno.
Quizás he empezado el año queriendo alejarme del ruido, de la cantidad ingente de contenido y de los estímulos que recibimos continuamente que desvirtuan la realidad y nos hacen perder un tiempo valiosísimo de paso. Me vienen a la cabeza las palabras de Rigoberto Urán que me dejaron ojiplática en una charla que tuvimos durante el confinamiento. Me decía que ahora no sólo las cualidades del ciclista cuentan a la hora de conseguir un contrato en un equipo, sino también el número de seguidores que tenga en redes sociales. Me asfixia la hiperinflación de lo banal y lo superfluo. Nada de ello encontraremos en las páginas de Volata, por suerte. Disfruten del año y de la lectura, y de paso, no matemos al mensajero.