La caída que nos duele a todos
Por qué la caída de Primoz Roglic es un golpe a nuestras propias aspiraciones en la vida.
La caída de Roglic en la Vuelta a España nos hiere el alma, y aunque suene extraño, más que cualquiera de las veces anteriores que le hemos visto besar el suelo. Encuentro la razón en el golpe seco que supone a nuestro ideal de la persistencia y la valentía para lograr los objetivos en la vida. A nuestras propias aspiraciones. Al tomar el mando para librar nuestro camino del infortunio, a la lucha por crecer y prosperar. Y esa narrativa es la que amamos del ciclismo. La que nos inspira. La metáfora propia de la vida, del camino por recorrer plagado de retos, aprendizaje, errores, crecimiento y dificultades. Porque como toda película con final optimista, los ciclistas se terminan sobreponiendo. Y si no lo hacen, como fue el caso de Dumoulin, Kittel u otros tantos, les admiramos por su honestidad. Porque de adversidades todos sabemos algo y a veces necesitamos humanizar a nuestros héroes para sentirnos comprendidos.
Leí una vez a uno de sus directores decir que Roglic es campeón del mundo en recuperarse de la fatalidad.
Lo doloroso realmente fue ver a Roglic luchando por cambiar su destino, peleando con garra y pura fuerza, para terminar castigado en el suelo. Una caída que nos priva de esperanza para nuestras propias vidas. Igual de aturdido que estaba él en el suelo, lo estábamos nosotros, sin alcanzar a entender qué había sucedido; cómo era posible semejante penitencia al arrojo y valor del esloveno. Leí una vez a uno de sus directores decir que Roglic es campeón del mundo en recuperarse de la fatalidad. Hablaba con Chris Froome la mañana del abandono de Roglic sobre cómo uno cura la herida psicológica tras una situación como esta: “simplemente vamos de un evento a otro. Proyectamos la cabeza en el siguiente objetivo”.
En esa narrativa que digo que admiramos, hay imágenes brutales como la del propio Roglic subiéndose de nuevo en la bicicleta, perdido, haciendo “eses”, y a su costado, el corredor de Trek-Segafredo, Alex Kirsch, adelantándole, con los brazos en alto celebrando la victoria de Pedersen, sin ni siquiera mirarle. Las mil y una historias que se viven en una carrera ciclista, y que en ocasiones combinados la victoria con el drama, se convierte en una imagen desgarradora desde el prisma de la metáfora de la vida y la convivencia en sociedad. Una imagen que siempre me parece desoladora es la del corredor caído en mitad de la carretera, y el pelotón pasándole por encima. El tren de la vida que no espera a nadie. Recuerdo el mal cuerpo que se nos quedó a todos cuando en el Giro de Italia de 2016, el holandés Steven Kruijswijk se cayó siendo líder de la carrera. Perdió el liderato y al día siguiente apenas podía caminar, pero sí pedalear y quiso continuar en carrera. Arrancó el día tercero en el podio. Le pregunté a Valverde, que iba cuarto en la general, qué sentía sabiendo que tenía que arrebatarle el puesto a un corredor herido. Y es que como ciclistas se deben despojar de toda empatía para continuar adelante, sin mirar atrás. Aquel gesto al que Romain Bardet quiso restarle importancia en la Lieja de este año cuando paró para socorrer a Julian Alaphilippe tras su grave caída, no se da habitualmente en el ciclismo.
“Si no has escrito que nunca ha tenido un mal gesto con nadie, deberías. Ni con rivales, ni con auxiliares, ni con nadie”.
La mañana siguiente conocimos que Roglic no continuaría en carrera. Un compañero belga se lo comunicaba a otro en el desayuno y este le respondía “it´s life” (así es la vida), y al hilo de lo que escribo pensé: “nada más certero”. Un sabio que conozco sabiendo que escribo sobre Roglic me dijo: “si no has escrito que nunca ha tenido un mal gesto con nadie, deberías. Ni con rivales, ni con auxiliares, ni con nadie”. Así pues, abandona la carrera un súper clase sobre y fuera de la bicicleta. El que ha ganado la carrera tres veces y estaba llamado a ser el gran animador estos días. Después de los buenos deseos de todos esta mañana, la carrera sigue, la vida sigue, y el pelotón ya no mira atrás, sino más bien hacia adelante, hacia el horizonte donde se vislumbra Madrid.
Tremendo Nota.
Soy un admirador anónimo de Roglic y lamento como nadie su caída y aplaudo su temple.
Ikaragarria!!!! Oso hitz politak txapeldun batentzat, Roglic. Nik ere ez diot inoiz ikusi keinu txar bat eta beti prest egon da argazki edo autografo bat sinatzeko. Pena izugarria izan da berriro gertatu zaiona. Baina datorren urtean irabaxtera bueltatuko da...
Maravilloso artículo!!! Palabras muy bellas para un campeón, Roglic. Yo tampoco le he visto nunca un mal gesto y siempre está dispuesto para una foto o un autógrafo. Una gran pena lo que le ha sucedido de nuevo. Pero el año que viene volverá... a ganar.